Los orígenes históricos de la villa de Paterna nos trasladan en el tiempo a varios yacimientos arqueológicos ubicados en nuestro término municipal. Concretamente, es en las partidas de La Vallesa y Despeñaperros donde se documentan restos como hachas de sílex, cerámica cardial, agujas y arpones de hueso, etc. que nos retrotraen a niveles arqueológicos pertenecientes al Neolítico y a la Edad del Bronce.

Estos mismos yacimientos evolucionarán y alcanzarán cierta relevancia en época ibérica, fácilmente constatable en el poblado de la Vallesa situado sobre un promontorio (lugar defensivo) y próximo al río Turia, donde se encontraron piezas de cerámica ibérica y molinos (piedras de rodeno) para triturar el grano. El poblado no alcanzaría la importancia de Edeta y sus lugares de influencia (Castellet de Bernabé, Puntal dels Llops, etc.) pero es de suponer que mantendrían contactos dada la proximidad geográfica.

Con la llegada de los romanos se inicia un lento cambio en las formas de vida. La documentación relativa a este período procede de fuentes literarias romanas que hacen referencia a acontecimientos político/militares de la zona (Valentia, Edeta, Saguntum, etc.) junto a datos epigráficos y numismáticos. Es por ello que apenas hay datos históricos, aunque debemos hacer constar la existencia de una estela funeraria encontrada en la Masía de Febo, así como restos de una supuesta villa romana bajo imperial.

También debemos hacer referencia la importancia de los hallazgos que se han producido en la última década, referidos a este periodo de dominación romana. Así, se encontró un enorme horno del siglo I en el transcurso de una campaña arqueológica realizada en la calle de los Huertos, la cual da a entender la existencia de una importante producción cerámica que supondría, por tanto, la demostración de un enclave relevante ya durante ese período.

Esta presencia se corrobora con otro descubrimiento más reciente, y quizás de mayor relevancia. En efecto, en la zona de desarrollo urbanístico de la calle del Santísimo Cristo de la Fe, han aparecido los cimientos de lo que fuera una gran villa romana, con una serie de habitaciones bien marcadas, y un área de producción de la tradicional tríada mediterránea (vid, olivo, cereal). A fecha de la confección de la presente guía, la actuación arqueológica continúa, por lo que no se descarta la aparición de nuevos restos de la época.

Dicen las crónicas que sería en este período cuando se configuraría la toponimia originaria de Paterna puesto que, con carácter general, se admite que es de procedencia latina y que haría referencia a “paternus” o perteneciente al padre, aunque la paternidad no vendría referida a la posesión física sino al estatus social y/o jurídico que ocuparía el dirigente dentro de la comunidad.

Como complemento a lo anteriormente mencionado, la presencia romana en nuestro término también se constata en otros hitos. A destacar, por ejemplo, los restos de acueducto que se inician en las proximidades del Mas de Vélez, de donde tomaría las aguas del río Turia y, a través de unos tramos superficiales y otros subterráneos, finalizaría en Lloma Llarga para seguir hasta las proximidades de Sagunto. La red de acueductos nos da a entender la existencia de un sistema de irrigación que tendría como finalidad un desarrollo agrícola que, con posterioridad, alcanzaría una gran complejidad y eficacia.

A partir de la época musulmana, Paterna ya adquiriría un cierto esplendor, sobretodo a través de su actividad cerámica y manufacturera. Los restos arqueológicos vendrían referidos al cementerio, el acceso a la mezquita (en el lateral de la actual iglesia de S. Pedro), plantas de edificaciones y viviendas, etc. También se observa en el mayor desarrollo y diversidad de la agricultura mediante nuevas tierras de regadío así como la introducción de cultivos desconocidos hasta el momento tales como arroz, morera y caña de azúcar.

Dice Zurita en los “Anales de la Corona de Aragón” que Jaime I no conquista Paterna por las armas sino que entra en ella de forma pacífica. La entrada cristiana sería en abril de 1238, al tiempo que, y según el Llibre de Repartiment, hacer entrega de las alquerías de Paterna y Manises a Artal de Luna, que fue uno de los designados por el rey para elaborar Els Furs al pertenecer a una poderosa familia de la nobleza aragonesa que, incluso, llega a emparentar con la monarquía por el casamiento de María de Luna con Martín el Humano.

Durante los siglos XIII al XV nuestra población tendrá a los Luna como señores feudales y se habla de este período como de un gran prestigio que quedará reflejado en su actividad cerámica, muy importante tanto por la elevada producción, constatada en testares, hornos y talleres, como en la calidad y variedad de estilos. Es así que nuestra cerámica figurará en distintos palacios y centros de poder europeos. Pero también merecen especial atención los socarrats, o piezas de arcilla rectangular, que eran utilizados para la decoración de las casas, sobretodo los techos, y que más allá del elemento artesanal conforman una seña de identidad paternera.

A partir del siglo XVI se inicia un lento deterioro económico: cese de la producción cerámica e interrupción del relativo prestigio en el que se encontraba la población. Como hechos trascendentales de este período hay que citar las Germanías, con un marcado carácter antiseñorial, motivo por el cual Paterna sufriría agravios y represión por el Virrey y el propio señor de Paterna, el Duque de Segorbe.

Unos años más tarde vendría el decreto de expulsión de los moriscos (1609) cuyas consecuencias serían el despoblamiento y la paralización económica de la que tardaría mucho tiempo en recuperarse. La crisis política y de subsistencias tendría su reflejo en el profundo deterioro político, social y económico en el que se sumiría Paterna en el Antiguo Régimen.

En el siglo XVIII el acontecimiento más destacable sería el cambio en la titularidad de la posesión señorial de Paterna. Así, en 1746, el Duque de Segorbe y Medinaceli vende la jurisdicción a don Antonio Pando y Bringas, quien desde entonces se convertirá en primer Conde de Villapaterna.

Durante el siglo XIX la población desarrolla la agricultura como actividad única y se construirán una importante cantidad de cuevas al no necesitar material constructivo y encontrarse en terrenos de propios. En la segunda mitad del siglo XIX se constata una lenta recuperación económica que tendrá como elementos a considerar la canalización de las aguas hasta la fuente de la Plaza en 1866 y la construcción del ferrocarril de vía estrecha en 1888. No habría que desdeñar, sin embargo, la importante actividad económica que venía desarrollándose desde siglos atrás en el ámbito de los molinos (harineros, de arroz,...). La huella de dicha labor queda de manifiesto hoy en nuestra Villa, puesto que aún podemos contemplar algunos de ellos, como el de Martinet, el Batán o el del Testar.

Desde el punto de vista urbanístico se inicia el plan de ensanches que ha de ser considerado como una ampliación no sólo en infraestructuras sino en nuevas demandas y necesidades sociales, económicas e incluso políticas, que quedarán simbolizadas en la construcción de una nueva Casa consistorial en 1881.

Paralelamente se produce un inicial flujo inmigratorio a la que se une la construcción en la zona de Campamento de chalets y viviendas de segunda residencia para la creciente burguesía valenciana. La construcción del campamento militar (seguridad para la burguesía) y el desarrollo del ferrocarril de vía estrecha (como elemento de acceso y comunicación) favorecerán un fuerte asentamiento en nuestra población de este tipo de residencia.

Cuando se inicia el siglo XX Paterna está poblada por 3.500 habitantes. La rápida evolución hasta alcanzar los más de 70.000 actuales, es sintomático de los cambios operados a lo largo de dicha centuria. La corriente inmigratoria alcanzará unas elevadas cotas durante los años 50 a 70 puesto que el fuerte desarrollo industrial, con el Polígono Fuente del Jarro en primera instancia, generó una importante demanda laboral que modificará definitivamente el panorama social, urbanístico y cultural de Paterna.

El municipio se convertirá en un importante núcleo industrial y de servicios a través de los distintos polígonos industriales existentes y culminará con la creación del Parque Tecnológico destinado a los últimos avances en tecnología, y a la ciudad de negocios Táctica.

A ello hay que unir, igualmente, la extraordinaria importancia que Paterna ha adquirido en el sector servicios y también, dada las peculiaridades de su extenso término municipal, como polo de atracción de las nuevas y prominentes áreas residenciales.

Tal es así que se están conformando verdaderos núcleos de población al margen del casco urbano. La Canyada, Terramelar, La Coma, Cruz de Gracia y Mas del Rosari se están viendo superadas por las perspectivas de otros núcleos como Lloma Llarga / Valterna y, por extensión, con unas expectativas de crecimiento para todo nuestro término municipal que conducen a que la Villa de Paterna– ante sus potencialidades y recursos - figure entre los municipios valencianos con una mayor viabilidad en cuanto a alternativas de crecimiento sostenido y con mejores posibilidades de futuro y desarrollo en los albores de este tercer milenio.

Se trata de uno de los más bellos monumentos de la Villa de Paterna. Aunque no se puede precisar con exactitud su origen se acepta, de forma generalizada, que se construye en época árabe, y que formaría parte del sistema defensivo de la población al disponer de una excelente visibilidad de los alrededores. Estaría integrada en un sistema de atalayas, junto a otras torres de la comarca (Bofilla, Espioca, etc.), que ofrecía permanente vigilancia a la ciudad de Valencia para prevenir las acometidas cristianas.

Tiene forma ligeramente troncocónica y una única puerta de entrada a la que se accede por un tramo de escalera exterior. Sus dimensiones son: altura 19,5 metros, diámetro en la base: 12, 70 m., y diámetro superior: 9, 60 m. Los muros tienen un espesor entre 2, 50 y 3, 30 m. construidos en hormigón calicostrado con sucesivas verdugadas horizontales de ladrillo intercaladas como refuerzo.

La Torre consta de un recio baluarte de tres plantas y una terraza superior. La planta baja era una cisterna o aljibe sin acceso al exterior. La planta siguiente es cuadrada y sobre ella se sitúa la puerta de acceso, mientras que el último piso es de planta octogonal, con bóveda y muros de ladrillos. Se llega a ella a través de una escalera embebida en el muro con escalones de ladrillo a testa que finaliza en la plataforma superior de cuerpo almenado, desde la que se divisa una extraordinaria panorámica.

La barandilla exterior se incorporó a la Torre con las últimas obras de restauración. Es de hierro forjado y fue realizada a mano por Ernesto Simó, reconocido artesano de Paterna.

La construcción padeció un lento deterioro debido a los avatares de los tiempos por lo que fue restaurada en 1967, siendo declarada en 1971 Monumento histórico artístico de interés local ya que, históricamente, es considerada como símbolo y seña de identidad de la población paternera. Es por ello por lo que la encontramos tanto en el escudo de la Villa, como en su bandera oficial.

Consisten en un tipo de viviendas excavadas sobre un terreno con especiales características geológicas, y situadas en núcleos de transición entre la huerta y el secano. Se construyen aprovechando la topografía del terreno en los desniveles de las pequeñas estribaciones montañosas, a lo que se añade la presencia de suelos relativamente poco compactos.

Sobre su origen se afirma que serían introducidas por los moriscos, ya que aparecen tipologías similares en Andalucía, aunque también se hace referencia a su construcción y desarrollo durante el siglo XVIII y principios del XIX, coincidiendo con la crisis económica del Antiguo Régimen. Lo cierto es que la primera referencia documental, conservada en el Archivo Municipal de Paterna, aparece en el Padrón de Habitantes de 1824.

Se distinguen dos tipos de cuevas:

  • Las enclotadas, situadas sobre una excavación que da origen a un clot o patio comunitario, al que se desciende mediante escalera o rampa, utilizado como entrada a varias viviendas.
  • Las frenteadas que, de forma individual, aprovechan directamente el desnivel del terreno para realizar la excavación.

En 1824 aparecen 38 cuevas censadas manteniendo, a partir de ese momento, un crecimiento continuado ya que a mitad del siglo XIX había alrededor de 200 cuevas ocupadas por un 35% de la población. En los años 20 del siglo XX hay una nueva etapa expansiva, contabilizándose 405 cuevas en 1921, que alcanzarán su cifra máxima en 1940 con 495 cuevas que eran ocupadas por un 20% del total de la población.

Con arreglo a los censos de población, el número de cuevas contabilizadas por R. Alfonso Barberá sería el siguiente:

Censo Nº cuevas Habitantes
1854 169 776
1866 206 817
1869 207 839
1885 250 1.010
1910 298 1.286
1921 405 1.502
1940 495 2.420

Los principales núcleos de cuevas se localizarían en:

  • Cuevas del Palacio
  • Cuevas de la Torre
  • Cuevas de Alborchí
  • Cuevas de la Mina
  • Cuevas del Batán
  • Cuevas de la Calle Godella

A partir de los años cincuenta de la pasada centuria, se producirá un progresivo abandono, paralelo a la edificación de nuevas construcciones. Con el desarrollismo de los años 60 y principios de los 70 el grave deterioro ocasionaría la demolición de gran parte de ellas, pudiéndose visitar en la actualidad una pequeña cantidad en el “Espai cultural Coves del Batá”.

Las cuevas que rodean la Torre son frenteadas y presentan su acceso al nivel de las calles de S. Joaquín y Presbítero Miguel Pérez por lo que se formaron aprovechando el desnivel existente entre estas calles y el plano donde se emplaza la Torre. Estas cuevas no pueden ser derribadas ya que en 1971 se declara Monumento histórico artístico de interés local la Torre y la zona que la circunda.

Este privilegiado entorno ha sido acondicionado en los últimos años, configurando el actual Parque Urbano de la Torre y el Palau.

Además, para aquellos que quieran comprobar “in situ” la distribución de esta peculiar construcción, tienen en la actualidad la posibilidad de acudir al Espai Cultural “Coves del Batà”. En efecto, a mediados de los años 90 del siglo pasado, el Ayuntamiento de Paterna adquirió un total de ocho cuevas, en el que tras su rehabilitación, se conformó un espacio común, manteniendo las particularidades de todas ellas. El resultado fue un nuevo punto de encuentro de los paterneros, en el que además de apreciar la disposición original de las viviendas, se puede disfrutar de diversas exposiciones temporales y permanentes, como el taller de Ernesto Simó, o algunos utensilios de la Cordà.

El Parque de la Torre y el Palau se inauguró en el verano de 2003 sobre un espacio que, originariamente, poseía un extraordinario conjunto de cuevas. Ante la desaparición y el abandono de muchas de ellas, y las consecuentes condiciones de insalubridad, el parque se trazó sobre una zona ya vacía, y prácticamente sin referencias a la cantidad de viviendas que poseyó en su momento, ya que en la actualidad se limita únicamente a las cuevas de la zona alta, junto a la Torre, que forman parte del área declarada monumento histórico-artístico de carácter local.

Con el diseño actual se ha procurado mantener la topografía natural. Igualmente, se han esparcido chimeneas y lucernarios, elementos emergentes de las cuevas, y se han excluido las aglomeraciones constructivas o arbóreas excesivas, que no sólo no aparecían originariamente sino que entrarían en competencia con la Torre, que siempre ha figurado como elemento dominante de la zona.

De la misma forma, para evocar el diseño natural, se han proyectado una serie de recorridos longitudinales y transversales que rememoran la antigua traza de arterias y travesías. Así, aparece un trayecto longitudinal, entre el Palau y la Cova Gran, junto a dos rutas transversales, con dirección a la Torre. Una vez situados en el conjunto de cuevas de la Torre, las sendas conectan con otra que recorre dicho entorno, y permite contemplar el conjunto histórico protegido y pasear por la parte alta del Parque para visualizar, a modo de mirador, la concurrencia de cubiertas y clots.

El jardín con especies autóctonas, denominado Paseo de las Aromáticas, permite descubrir los distintos ambientes de plantas y florestas que pueblan nuestro entorno. Con el objeto de dotar de humedad y frescura al área en épocas estivales, se han organizado un conjunto de surtidores en la zona pavimentada.

En la parte oeste del parque, se ubica una escultura ornamental dedicada a la Fiesta de Moros y Cristianos, obra del artista valenciano Anzo, de acero en forma de L con 6 m. de altura y 2 m. de planta. En su parte superior figuran la media luna y la cruz, con interesante visión cuando se proyectan en la sombra.

El terreno sobre el que se ha diseñado el Parque constituyó en el pasado todo un espacio de sociabilidad en el que los vecinos desarrollaban sus vidas. Es por ello que, con la construcción del parque, se ha procurado recuperar una parte de la morfología anterior, configurando una zona digna del entorno en el que se sitúa, con vocación de ser lugar de encuentro y reunión ciudadana en pleno casco urbano, para ocio y disfrute de los vecinos/as en sus ansiados momentos de esparcimiento.

El Palacio señorial de los Conde de Villa Paterna es uno de los monumentos más significativos del municipio.

El 30 de julio de 1746 el duque de Segorbe y Medinaceli vende la villa de Paterna a D. Antonio Pando y Bringas, primer conde de Villa Paterna, el cual mandaría construir el Palau en 1760. El proyecto fue obra del arquitecto D. Antonio Gilabert, director de la Academia de Bellas Artes de San Carlos. Fue destinado a residencia de los Condes, aunque a lo largo del tiempo tendría destinos diferentes al ser cedido para escuela y habitaciones de maestros, albergue de pobres, hospital de guerra e, incluso, como proyecto de hotel.

En 1976 fue declarado Monumento histórico artístico de interés local, y siendo adquirido en 1983 por el Ayuntamiento de Paterna, primero como sala de exposiciones y, en la actualidad, como sede de la Casa Consistorial.

El edificio constaba de dos partes diferenciadas, el Palacio propiamente dicho, de planta rectangular y tres pisos, y un área posterior para caballerizas y almacén. En la planta baja destaca la puerta principal, que alcanza hasta la repisa del balcón central y tiene ventanas enrejadas a ambos lados. En el primer piso hay un balcón central y dos a cada lado. El principal destaca por su recercado de piedra.

La fachada presenta una sólida geometría subrayada por una disposición de huecos organizada simétricamente en función del eje principal de la portada. Se corona con un gran frontón triangular moldurado en sus lados, donde aparece el escudo de los Condes de Villa de Paterna, de cuatro cuarteles, encima del cual aparece un fuste rematado con un cráneo timbrado con la cruz de Calatrava. Finalmente, el edificio se completa con cinco pináculos al aire.

En la actualidad, el área posterior ha sido sustituida por un edificio anexo de nueva construcción, que alberga oficinas administrativas municipales.

Es una zona de visita excelente, ya que dispone de unas extraordinarias vistas sobre el Turia, la huerta de Paterna y las poblaciones de alrededor.

Sobre el solar donde actualmente se encuentra el denominado Calvario se alzaba el castillo o fortaleza, allí instalado por su situación privilegiada ya que dominaba una gran visión tanto hacia el río como en dirección a Valencia.

Jaime I hace su entrada en Paterna en abril de 1238, y en el Llibre del Repartiment se hace entrega a Artal de Luna de la alquería de Paterna “junto con su castillo”.

Durante la Guerra de la Unión, Paterna fue sometida en 1348 y el baluarte demolido para no hacerse fuertes en él, aunque noticias indirectas dan a entender que sería erigido nuevamente, hasta su destrucción en el siglo XVIII para aprovechamiento de materiales.

En el año 1911 una Comisión inspeccionó el subsuelo comprobando los cimientos, en los que aparecía una galería que atravesaba la muralla, restos de una puerta y un túnel construido en bóveda de cañón. En la parte exterior todavía es visible el muro de contención que se encuentra unido a la base de las murallas. En los años 20 del pasado siglo era utilizado como Vía Crucis, y ya en 1922 se encarga el proyecto desde el Ayuntamiento como escuela de Párvulos, para crearse definitivamente dos años más tarde.

En la actualidad es zona de esparcimiento entre los vecinos aprovechándose para distintas actividades de ocio, siendo tal vez la más conocida, como cine de verano.

Originariamente la Parroquia se construye bajo la advocación de San Pedro y San Juan Bautista. Pero en el siglo XIV la vecina población de Manises vivía “sin tener cerca al sacerdote... que los cristianos mueren sin confesarse ni recibir el Cuerpo de Cristo, y muchos niños sin recibir el bautismo” y dado que el río “con frecuencia y muchísimas veces no se puede cruzar por puente o barca...” es por lo que en 1370 nacería la Parroquia de San Juan Bautista de Manises.

La Iglesia de Paterna se dedicaría a S. Pedro aunque se mantendrían los recuerdos de la anterior denominación compartida, como eran las imágenes desaparecidas tras la contienda civil que se encontraban en la hornacina del altar mayor.

El edificio actual data de finales del siglo XVIII y fue realizado sobre una edificación anterior, puesto que la que había “no siendo capaz para la parroquia de 1.024 y más almas de comunión, tampoco tiene el decoro propio de las cosas de Dios” por lo que se demandó la ampliación de la Iglesia según proyecto de Antonio Gilabert y Lorenzo Martínez.

Se trata de una construcción de una sola planta con bóveda de cañón y un conjunto de pilastras que dan paso a los altares laterales. En el altar mayor se encuentra San Pedro, contiguo a las imágenes de San Juan y San Antonio, mientras que en el crucero de la derecha se halla, junto a San Vicente Ferrer y la Dolorosa, el Santísimo Cristo de la Fe de gran devoción y afecto en la villa de Paterna.

Respecto a la fachada, fue rehabilitada tras la contienda civil en 1940 y las decoraciones, en forma de alto relieves con escenas bíblicas sobre la vida de Cristo, se instalaron en 1966 y fueron bendecidas dos años después.

Fue construido según proyecto de 1881 en la que entonces era Plaza de la Constitución para sustituir la anterior Casa Capitular, situada justo enfrente, y que a todas luces resultaba insuficiente para satisfacer las necesidades acordes con el desarrollo que había adquirido Paterna.

Paralelamente a la edificación del nuevo Ayuntamiento se procedió al ensanche y alineación de la plaza quedando, desde aquel momento, en forma prácticamente rectangular, siendo en la actualidad algo más amplia debido al derribo de las casas que existían en el actual muro de enfrente de lo que era el edificio consistorial. Este edificio sería utilizado como sede municipal hasta 1989, en que se produce el traslado a las nuevas instalaciones del Palau.

En la actualidad acoge diversas dependencias municipales de Servicios socioculturales así como el Museo de Cerámica.

Junto al edificio del Ayuntamiento, y en un acceso actualmente cubierto, se encuentra la cisterna que recibía las aguas del nacimiento de la Villa, situado en el Barranco de la Fuente.

El Gran Teatro inicia su andadura a partir de la instancia presentada por Don Vicente Brull Bayona en fecha 24 de junio de 1927, en la que es solicitada una licencia de obras de “edificio para café-cinematógrafo, dotado de escenario para funciones teatrales”. Las obras se encomiendan al oficial de albañil Sr. Mariano Agustí Monrabal.

Era así como el Gran Teatro se iba a convertir en el edificio de referencia para el ocio y esparcimiento de los paterneros durante varias décadas. Con sus más de 1.000 localidades acogería a matrimonios con sus hijos para disfrutar de la sesión de cine dominical, a las parejas de novios de los jueves y, finalmente, al amplio número de soldados que temporalmente residían en Paterna.

A partir de 1952 el Gran Teatro amplió su oferta de recreo, ya que solicitó el beneplácito administrativo correspondiente para desarrollar actividades como salón de baile.

Durante los años sesenta del siglo pasado, el Gran Teatro restringirá su actividad como salón de cine exclusivamente, aunque la televisión será un fuerte medio de competencia que, finalmente, no podrá superar por lo que decaerá hasta el extremo de tener que cerrar sus puertas durante los años ochenta.

En 1986 el inmueble fue catalogado para ser considerado edificio protegido de 2ª categoría. Al mismo tiempo se iniciarían desde el Ayuntamiento de Paterna las gestiones políticas y administrativas tendentes a que el recinto pasara a formar parte del Patrimonio cultural e histórico de la Villa de Paterna. El 14 de septiembre tendría lugar la firma de escritura pública entre los titulares legales y el Ayuntamiento. El Gran Teatro ya era, formal y legalmente, propiedad municipal y, desde ese preciso instante, se impulsarían los trámites y gestiones pertinente para la adecuación del edificio.

La nueva edificación consta de:

  • Una sala con capacidad para 600 espectadores, con una superficie total de 388 m2 y un volumen principal de 3.000 m3.
  • Tres salas para reuniones, exposiciones, ensayos, etc. con una superficie aproximada de 100 m2 cada una de ellas.
  • Espacios destinados al personal técnico y de servicios.
  • Espacios de circulación pública de tránsito fluido, junto a un pequeño bar.

La construcción del edificio ha seguido fielmente las disposiciones legales sobre accesibilidad de minusválidos a los edificios y las condiciones de protección contra incendios.

Fue inaugurado en febrero de 2000, siendo rotulado con el nombre del universal paternero Antonio Ferrandis. En la actualidad desarrolla una amplia gama de actividades culturales tales como teatro, conciertos, exposiciones, etc.

En torno a 1924 fue inaugurado el Teatro Nuevo de Paterna, luego Teatro Principal, conocido popularmente como “Teatre del Batá” en referencia a la calle de su ubicación.

Según J. Núñez su origen se debe a “un grupo de alrededor de doce aficionados constituidos exclusivamente en sociedad … que acometieron la quijotesca empresa de construir a sus expensas un teatro digno de la Paterna de entonces …”.

El local disponía de una acústica extraordinaria que realzaba, si cabe más, las interpretaciones de los protagonistas, tanto de carácter profesional, como de los varios grupos de aficionados locales.

Progresivamente, la aparición de otras salas comerciales, incluso con más aforo, y la llegada de los medios audiovisuales condujeron, en un primer momento, a que los socios fundadores no pudieran mantener el local y lo vendieran a Alejando Lorca pasando, finalmente, a Pablo Vives.

El cine por episodios se complementaba con las funciones teatrales de los domingos por la noche, pero la oferta mediática, centrada sobretodo en la televisión, conllevaría a la clausura definitiva de sus actividades cinematográficas y escénicas.

Entre los diversos usos, se encuentran el de ser utilizado como fábrica de jabón durante los años 50 de la centuria pasada y, posteriormente, para celebraciones sociales como bodas, comuniones, etc.

En 1988 los propietarios crean la entidad “Centro de Arte y Danza, S.A.” cuya finalidad era la dedicación “a la difusión cultural y artística en sus distintas manifestaciones”. Sería esta sociedad la que entraría en contacto con el Ayuntamiento formalizando un contrato de compraventa entre ambas partes, que fue rubricado ante notario en fecha 30 de octubre de 1992 con un valor total de 28 millones de pesetas, de los que la mitad se concederían por la Consellería de Educació i Cultura a través de una subvención, dentro del Programa Música 92.

En la Comisión de Gobierno de 15 de mayo de 1998 se aprueba el “Proyecto de adaptación antiguo teatro Capri a la normativa vigente” con un presupuesto total de 15 millones de pesetas. A través de este proyecto se trató de adecuar el recinto para espacio de usos múltiples como reuniones, bailes, ensayos y representaciones teatrales. Tras esta adquisición municipal y las obras de adecuación necesarias, el edificio sería inaugurado en febrero del año 2000, con el fin de ofrecer a los paterneros y paterneras una propuesta cultural acorde a las demandas sociales y culturales del nuevo milenio.

En 1923 el Ayuntamiento de Paterna decide encargar al arquitecto D. Manuel Cortina, un proyecto de fuente-lápida en el Paseo Reina Regente, que pasaría a denominarse Fuente del Teniente Cortina.

De esa forma se deseaba recordar la figura de D. Antonio Cortina, sobrino del propio arquitecto, y oficial de las tropas que en 1921 fueron masacradas en su retirada desde Annual a Monte Arruit, en el norte de África. El teniente contaba con veintiún años, cuando resultó herido el 21 de julio por un casco de granada y, tras una larga agonía, moriría el 2 de agosto de ese año.

El monumento fue construido de piedra caliza valenciana, junto al metal para el surtidor y la granada que culminaba la composición. En cuanto a la iconografía, la Villa de Paterna se hallaría significada por su escudo en el pedestal, figurando asimismo un pilar en cuyos parámetros se destacan los cuatro cuarteles fundamentales del escudo nacional, mientras que el cuerpo de Artillería se simbolizaba en la emblemática granada flameante que le coronaba.

La inauguración se llevó a cabo el día 12 de mayo de 1923. A la estación de Campamento llegó la comitiva encabezada por el rey Alfonso XIII, al que acompañaba el alcalde de Paterna, Don Francisco Salvador Calatrava, y el padre del homenajeado, el Teniente Coronel de Artillería D. Antonio Cortina. Con un lucido acto se inauguró la fuente, con la que se quería simbolizar la falta de agua que habían padecido los soldados durante su agonía en la guerra. En el mismo evento se rotuló la denominada “Calle Héroes de Monte Arruit”, que honraría la memoria de los soldados españoles que dejaron su vida en África.

Paterna ha dispuesto a lo largo de los siglos de una más que afamada actividad artesanal y manufacturera que, si bien durante un tiempo se basó fundamentalmente en la laboriosidad alfarera y cerámica, simultáneamente mantuvo un importante dinamismo molinero que más tarde, y tras cesar la profesión cerámica, se tornaría en exclusivo.

Ya desde el siglo XIII se disponía de una precisa normativa para regular las aguas de la Real Acequia de Moncada y los derechos y obligaciones por parte de los agricultores de los pueblos y lugares por los que pasaban sus aguas. A ellas debían ajustarse también los molineros respecto al caudal de las acequias, tandas de agua, etc.

A partir de un complejo sistema hidráulico que jalona toda la huerta de nuestro municipio, Paterna dispuso de diferentes molinos, ya que la acequia de Moncada transcurre en el término por un terreno inclinado, a lo que se unía el importante caudal de las acequias que no hacía necesaria la existencia de grandes saltos.

Los orígenes de los molinos de la Villa de Paterna hay que situarlos en la Edad Media, aunque la mayor parte se construyen durante el siglo XIX. Hasta principios del ochocientos sólo habían existido unos pocos molinos en Paterna: el molino de la Vila, el molí Nou, el de Ferrando y el del Batán, con diferentes usos en las diversas épocas históricas: sobretodo harineros, pero también arroceros, textiles e, incluso, para papel. Será desde principios del siglo XIX cuando se incrementan notablemente. Disponían de una estructura sencilla de rueda horizontal y en algunos de ellos había varias muelas. Los molinos se integraron armónicamente en el complejo sistema de irrigación agrícola de la huerta de Paterna.

Con la revolución liberal del siglo XIX el desvanecimiento del control gremial transformó a Paterna en una extraordinaria potencia molinera –tanto por la cantidad de molinos como por las muelas de los mismos- y se llegan a contabilizar hasta 18, aunque en algunos casos se trata de una propiedad fraccionada. Eran tiempos en los que la gente llevaba su propio trigo a moler, pagando con una cantidad de la molienda.

Paterna poseía a mediados del siglo XIX el nivel de producción de harinas más importante de toda la provincia de Valencia. Será en este período, y primera mitad del siglo XX, cuando se alcance el mayor desarrollo e infraestructura molinera. Los molinos del Testar y de la Escaleta, el de la Vila y de Ferrando, de la Tandera, de Cardona, del Batán y de la Peña... todos ellos nutridos de la Acequia de Moncada.

Progresivamente van incorporando la energía eléctrica, sustituyendo la fuerza hidráulica. También se transforman sus usos, y los que se mantienen pasan sobretodo de molinos a fábricas harineras como los del Martinet, Cardona y el Batán. Los demás desaparecieron lentamente.

El proceso creciente de una cada vez mayor urbanización de la huerta, el abandono de la agricultura tradicional y la total e irreversible industrialización de la actividad manufacturera supondrían el desbaratamiento definitivo de los molinos en Paterna. Tras cesar la tarea para la que fueron creados se reconvirtieron y/o desaparecieron lentamente mientras que el resto sufriría un lento abandono y deterioro.

La altivez y grandiosidad de los edificios que todavía permanecen son un claro exponente de nuestra memoria histórica y nos recuerdan la importante actividad manufacturera e industrial que se desarrolló en Paterna, y la trascendencia que para Paterna y para su desarrollo tuvieron.

Como ya sabemos Paterna posee un extenso término municipal del que, prácticamente la mitad, es terreno rústico, puesto que del total de las 3.700 Has, y según el Plan General de Ordenación Urbana, existen 1.832 Has que en la distribución del suelo contienen la denominación de suelo no urbanizable rústico.

Y dentro de este espacio rústico interesa resaltar aquellas amplias zonas de carácter natural que se encuentran en nuestro término y representan una importancia vital para la conservación del Medio Ambiente, no sólo de Paterna, sino de la franja geográfica que nos circunda.

En efecto, las amplias zonas montañosas y boscosas que discurren paralelamente al río Turia, especialmente en la zona de La Canyada, conforman un hábitat de extraordinaria calidad no sólo para disfrutar del agreste paisaje que se presenta ante nosotros, sino por la trascendencia que posee para la conservación del entorno.

En el término municipal de Paterna se puede encontrar uno de los más interesantes parajes de la comarca de l'Horta, en el que se desarrolla una vegetación natural de destacada importancia.

Si hace poco más de cincuenta años se conseguía la cesión de terrenos de la familia Trénor para parque público en La Canyada, en la actualidad también se han alcanzado importante logros como la declaración por parte de la Generalitat Valenciana de espacio natural protegido para las 6,20 Has. del embalse de la Vallesa que ya forma parte del catálogo de humedales de la Comunidad Valenciana.

Esta actuación supuso todo un éxito para la preservación del hábitat a través del equilibrio biológico, el mantenimiento del régimen hidrológico y, finalmente, la consecución de garantías de no edificabilidad en la zona.

Y es que en torno al río Turia se puede disfrutar de una maravillosa extensión que alberga una abundante población de pinos y matorral, integrado por las típicas asociaciones del bosque mediterráneo sobre substrato calcáreo como tomillo, romero, carrasca, lentisco, coscoja, etc.

El aroma de la frondosidad, la vista de un paisaje tan grato, la respiración de aire puro, la tranquilidad … suponen todo un placer para nuestros sentidos.

Una vegetación rica y variada en concordancia con una panorámica armónica y equilibrada que goza de una excepcional riqueza natural, ambiental, biológica e hídrica.

Su calidad paisajística y su extraordinario valor ambiental la hacen merecedora de un paseo a través de ella sin olvidar que debemos aportar nuestra particular contribución a mantener intacto tan preciado bien natural.

En la actualidad, y con el reconocimiento del Parque del Turia como espacio Natural por la Generalitat Valenciana, se suma una interesante oferta de ocio, la cual permite transitar por las orillas del río, desde prácticamente la capital valenciana hasta la población de Vilamarxant.

Paterna dispone de un amplio ciclo festivo, que se inicia en el mes de enero con la conmemoración de S. Antonio Abad y concluye, durante las tradicionales celebraciones navideñas, con la festividad de Nochevieja. Entre ellas hay toda una amplia gama de actividades en las que, a partir de unas fechas ya prefijadas, nos introducimos en una faceta lúdica y popular con una amplia participación, no sólo entre los convecinos de la villa sino con las innumerables personas que nos visitan de pueblos próximos e, incluso, de tierras más distantes como las hermanadas poblaciones de Adeje y Marino.

Las Fiestas Falleras se celebran en la semana del 19 de marzo en honor de San José. Paterna concurre con una amplia participación a través de diversas comisiones falleras que, a través de una sana competencia, desarrollan una amplia actividad durante todo el año para hacer posible la fiesta josefina.

El Cristo de la Fe y S. Vicente Ferrer forman parte de un sentimiento colectivo en la Villa de Paterna que ahonda sus raíces y tradiciones religiosas con una profunda devoción, junto al santo valentino, al Cristo Negre. Tal es así que desde fecha inmemorial se conmemoran en Paterna las fiestas que, en advocación de ambas imágenes, vienen celebrándose popularmente durante la segunda quincena de agosto. Actualmente, la grandiosidad de la fiesta religiosa viene refrendada por el buen hacer de la Comisión de Fiestas Mayores, creada durante el año 2001, para ofrecer una respuesta adecuada tras la desaparición de las clavarías. En este sentido la tradición organizativa desde el ámbito religioso sería asumido por la Real Cofradía del Santísimo Cristo de la Fe y San Vicente Ferrer.

El Pregón de fiestas supone el punto de partida para que pólvora, celebraciones lúdicas y deportivas y actos religiosos se entrelacen armoniosamente durante dos semanas de gran intensidad festiva y participación popular.

Desde el punto de vista cultural Juegos Florales, entrega de Coets d´Or a las personas o instituciones que más han colaborado con la fiesta de forma desinteresada, celebraciones deportivas, concursos de pintura y en la vertiente más lúdica los pasacalles, carrozas, cabalgatas, etc. y, cómo no, la ancestral tradición en torno al mundo de la pólvora y el fuego. Sin obviar el acceso a la fiesta de nuevos barrios y centros urbanos junto a diferentes protagonistas como Intercomparsas, Centro Cultural Andaluz, Comisión de Peñas, Feria de asociaciones y entidades, etc.

Estas nuevas demandas y expectativas han llevado consigo, por un lado, una mayor especialización ante la creciente complejidad de la fiesta, de forma que el número de comisiones de clavarios ha crecido hasta consolidarse en torno a la docena. Pero, además, ha supuesto una cada vez mayor implicación del Ayuntamiento en la fiesta a través del patrocinio de un significativo número de actos que tratan de satisfacer las demandas festivas y de ocio de los ciudadanos.

Y es que durante esos días los desfiles, el fuego y la pólvora son los protagonistas de una fiesta en la que les filaes de Moros y Cristianos ocupan una relevancia de primera magnitud ante la destacada presencia de paterneros y paterneras que participan aglutinados en torno a las veinte comparsas.

La culminación festiva de los Moros y Cristianos adopta su vistosidad y grandilocuencia en los espectaculares desfiles que henchidos de suntuosidad y colorido se dan cita anual en las noches Mora y Cristiana. Pero no acaba ahí.

La participación de Intercomparsas en el Pregón de fiestas, el izado de Banderas mora y cristiana, el acto conmemorativo de la entrada pacífica del Rey Jaime I en Paterna, los carteles anunciadores de fiestas, el concurso de fotografía, el Mig Any y la semana cultural ... conforman una extraordinaria labor en pro del fomento y difusión de la fiesta.

Pero, también durante los días de las Fiestas Mayores, se ofertan en Paterna una amplia gama de actividades que tienen lugar en torno al fuego: los castillos de fuegos artificiales y mascletaes, los pasacalles de cohetes de lujo, infantil y de adultos, etc. Estos advenimientos en su conjunto nos conducen, de forma irremisible, a la culminación de la fiesta materializada en la Cordà.

El Consejo Sectorial Local de la Cordà, y dentro de ella la Comisión Técnica, trabaja durante todo el año con el fin de llevar a cabo las adecuadas medidas de organización y funcionamiento tales como admisión de participantes y reparto de brazaletes, control de la pólvora y distribución de los cajones, coordinación con Peñas y Asociaciones, calendario de actividades, etc.

La Cordá de la madrugada siguiente al último domingo de agosto, día de la celebración del Stmo. Cristo de la Fe y San Vicente Ferrer, conforma un acto de gran tradición y concurrencia popular ya que atrae a miles de personas deseosas de presenciar un evento único en el mundo por su magnitud y espectacularidad. Prueba de su innegable significación es su reciente reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico de la Comunidad Valenciana.

En la estrecha calle Mayor son colocados cajones repletos de coets y femelletes, de diferentes clases y modelos, en un tramo de 120 metros de longitud por 8 de ancho comprendido entre la Plaza Mayor y la calle de San Antonio. En cada cajón se sitúan tres personas, una de las cuales es ya veterana siendo, a su vez, la encargada de extraer los cohetes de forma que se mantenga un ritmo constante de fuego. La participación se sitúa en torno a las ciento cincuenta personas procedentes fundamentalmente de la Clavaría y de las Peñas y vecinos.

El paso del Coeter Major con la bengala verde supone la estela de indicación para el inicio, de forma que junto a la preliminar traca lenta de femelletes y coetons de fuego seguido, se queman en torno a 50.000 cohetes con una intensidad media de fuego próxima a los alrededor de 2.000 cohetes por minuto.

La técnica desarrollada por tiradors y tiradores, aprendida durante generaciones, resulta fundamental para conseguir un espectáculo acompasado en el que por unos minutos el hombre es capaz de mantener un equilibrio graduado y aprovechar su especial habilidad para dominar el fuego.

Tras la intensidad vivida, el humo se desvanece. Nuevamente el Coeter Major, esta vez con una bengala roja, atraviesa la calle mayor y personifica el colofón a tan excelso acontecimiento.

Fue declarada Fiesta de Interés Autonómico en 2007, Fiesta de Interés Nacional en 2017 y en 2022, Bien de Interés Cultural Inmaterial por la Generalitat Valenciana

Camilo Segura Artiaga
Cronista Oficial Villa de Paterna

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